Era una niña de 15 años de edad
cuando mi padre murió en un accidente de tráfico mientras volvía a
casa del trabajo. Yo estaba leyendo en mi
cuarto,cuando escuché que llamaban al timbre,no le hice mucho
caso,ya que,siempre estaba saliendo y entrando gente. A continuación
oí un llanto y fue cuando me preocupé de verdad. Abrí la puerta y
bajé las escaleras. Me quedé parada en el último escalón con la
mirada fija al frente y con la mano agarrando la barandilla
fuertemente. Allí,al frente,ví en la puerta a 2 policías con algo
en las manos,forcé un poco la vista y me dí cuenta de que ese algo
que llevaba entre las manos era la ropa de mi padre,destrozada y mi
madre,mi madre estaba llorando como nunca antes la había visto
llorar y no sé si por mi edad o por mi mentalidad,la información
iba llegando a mí pero yo me negaba a verla,me agarré a mi
esperanza,pensé que mi padre vendría detrás de ellos,con esa
sonrisa con la que llegaba siempre aunque hubiera tenido un día
agotador y con ese;''Hola princesita,¿como te ha ido el día?'' que
siempre me decía. Pensé que por alguna casualidad de la vida,mi
padre le había dejado su ropa a otro,pero no tardé mucho en darme
cuenta de que no era así. Lo comprendí cuando mi madre cerró la
puerta,se volvió y me miró. Con esos grandes ojos castaños,capaces
de trasmitir cosas sin ni siquiera tener un atisbo de abrir la boca.
No hizo falta nada más,ni siquiera una simple palabra. La ví
desvanecerse sobre el suelo,aunque seguía consciente y se quedó
ahí,llorando. Yo era incapaz de moverme,sentía un gran vacío en el
estómago. Me dolía aquella verdad no dicha,me dolía ver a mi madre
así..tan débil,tan frágil,tan pequeña.. cuando apenas unos
minutos antes estaba dando órdenes a los sirvientes. Y yo.. yo.. no
sabía que sentir. Apenas hacía 5 minutos antes yo estaba leyendo,metiéndome en un mundo que no era el mio,que no era el de
verdad. Y yo,ahora,necesitaba ese mundo. No podía moverme,ni
llorar,estaba bloqueada. Sólo mis pensamientos se movían ágiles
por mi cabeza y mil preguntas se agolpaban,una detrás de otra y
¿sabéis? Yo no podía responder a ninguna.
- Señorita Jellen- Me llamó María,la ama de llaves.
Fue como si escuchar mi nombre hiciera
despertar algo en mí y desvié la mirada de mi madre. Pude,por
fin,moverme,quitándome esas cuerdas invisibles que me sostenían en
aquel escalón. Me volví;
- Señorita Jellen, lo...
No dejé que terminara la frase. Lo
menos que necesitaba era la compasión de alguien y empecé a subir
la escalera hacia mi habitación. Sus palabras se perdieron con el
eco de mis pasos. No miré atrás. No volví la vista,no podía.
Cuando llegué a mi habitación,cerré la puerta con el pestillo para
que nadie pudiera entrar en ella. Me senté en mi cama,mi habitación
era grande,el sueño de cualquier niña de mi edad y estaba decorada
por mí. Cuando estaba sentada,me quedé un rato con la mirada fija
en el tocador que tenía un poco a la izquierda, donde residía un
gran espejo y estuve mirando mi reflejo. Era alta,en comparación con
otras niñas pero no excesivamente. Tenía el pelo negro como la
noche sin estrellas y unos ojos verdes grandes que destacaban en mi
cara. No me consideraba fea pero tampoco una belleza. No se cuánto
tiempo estuve mirándome y describiéndome a mi misma pero sé que
fue un tiempo demasiado largo. Después bajé la mirada hasta mis
manos y allí la dejé. Empecé a mirarlas y a moverlas como si fuera
la primera vez que las veía. Tenía las manos finas,con las uñas
minimamente largas y con un tono rosado. No fuí consciente de
semejante estupidez hasta un rato después. Quería llorar,necesitaba
desahogarme pero era incapaz. El vacío de mi estómago,se convirtió
en un pequeño agujero que me iba apretando cada vez más. Me empezó
a doler y el dolor se traspasó también a mi corazón y supe que esa
herida sería una de las mas grandes que tendría nunca y que sería
muy difícil cerrarla. Y por fin salieron las lágrimas. Llegaron
como una brisa de una noche de verano,de esas que no se van,de esas
que se quedan en el aire.